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Yuleydis lo cubrió con su ropa, corrió con él para el lobby del tribunal y regresó a buscar más niños hasta que, entre todos, lograron trasladarlos hacia diferentes puntos: el parque del Cristo, el Parque Central y el Capitolio. Se sentía la bulla de la gente, pero la bulla de los niños no se escuchaba. Vio a un pequeño, asustadísimo, tembloroso, herido en la cara por los cristales que se desprendieron tras la explosión.